Citlalli Ramírez, 26 años. México


por | Jun 28, 2021

Esta historia fue realizada con el apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting y el Instituto de Prensa y Sociedad.

Citlalli trabaja en el área metropolitana de Monterrey. Se inscribió al sistema de Afores en marzo de 2016, cuando tuvo su primer empleo en una televisora de la ciudad. Pero al cambiar de trabajo a una agencia de mercadotecnia tres años después, le prometieron registrarla en el Instituto Mexicano del Seguro Social, por el que una combinación de la aportación del empleado, la empresa y el gobierno llega a las Afores. Este ahorro se otorga al trabajador cuando logra pensionarse después de 1,250 semanas cotizadas; es decir, semanas de aportación al IMSS.

Después de una consulta en línea, Citlalli encontró que su trabajo no había cumplido con registrarla y realizar las cotizaciones. Narró la respuesta de la contadora de la empresa: “Yo no puedo meter a todos en el IMSS al 100 (%), porque si lo hago, la empresa dura un mes y cierra”.

Citlalli fue registrada en sus últimos tres meses de trabajo, pero ocho de ellos se perdieron, y parte del dinero que recibiría en su vejez, también. Además, en este último plazo, su empleo cotizó al seguro en base a la mitad de lo que realmente ganaba por día.

La trabajadora vive con sus padres en el municipio de Guadalupe y aporta dinero a su hogar. Hace tiempo enfrentaba problemas de salud que le generaban gastos. “No me podía dar el lujo de no tener un seguro”, cuenta.

Ahora, tiene otro empleo en marketing, pero recibe dos pagos de montos distintos; uno de ellos es por outsourcing, un esquema que les facilita a las empresas recurrir a malas prácticas y no cotizar al IMSS. Aquello solo disminuye su futura pensión. Con lo poco que puede obtener para subsistir durante su vejez, Citlalli ha llegado a pensar en un plan alterno: abrir un negocio para poder sobrevivir.